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miércoles, 25 de abril de 2012

VÁMONOS.



Vámonos a un lugar sin cobertura. Donde no suenen teléfonos ni conciencias.

Vámonos a esa misteriosa Isla en la que, sonriente, habita la infancia donde todo está por hacer, todo por construir, todo por erigir. Tal vez allí, y empezando de nuevo, podamos poner unos cimientos de sonrisas y besos.

Vámonos al lugar en el que nacen los sueños y las manzanas, puede que esté al final del arco Iris. Ves a saber, igual nos invitan a caricias y cerveza negra y helada. Tal vez allí no haya folios ni rutinas, amarguras ni anhelos incumplidos.

Vámonos con el viento enredado en el pelo y engarzado en tus pestañas. En moto, con curvas, sin vergüenza ni miedo. Conduzcamos toda la noche (como en la canción de Bruce Springsteen, sólo para comprarte unos zapatos) hacia algún lugar lejos de la ignominia y la desolación de los mercados. Busquemos un mercadillo de madera de cerro, de hierro forjado, de barro y plata vieja. Tentemos a la suerte y cambiemos nuestros versos por cachivaches que generen sonrisas.

Vámonos a ese lugar en que la cerveza es gratis, el vino dulce, y el baile es danza primigenia que evoca a esos viejos dioses que no cumplen sueños pero que te indican como conseguirlos. A ese bosque de arboles, arroyos y rios en los que los vasos siempre están, al menos, medio llenos.

Vámonos, pintándonos la cara de certezas y con las manos repletas de caramelos, camino de las arcadias soñadas, de la Atlantis hundida, trepemos con los dedos desnudos hacia el Eterno Nirvana. Lleguemos al final del camino.

Vámonos a esas playas soñadas de arena fina y sol caliente en tu pecho, de olas acariciando tus pies y mi espalda.

Vámonos, tan sólo un ratito, lejos de estos despachos, de estas carreteras, de estas incertidumbres de Reyes que cazan elefantes y obreros que buscan yogures en los containers. Alejémonos de esta vida desacreditada, de estos días deshonrosos, del aprobio que en ocasiones representa estar vivo.

Vámonos, en definitiva, a algún lugar en el que encontrar un poco de sal con la que alegrar la vida

lunes, 16 de abril de 2012

DE LA PANTALLA AL PAPEL

A todos los que nos gusta escribir, y no somos pocos, lo hacemos no sólo para amarrar fantasmas y ahuyentar ansias, para lograr estremecer corazones ajenos. Sino y sobretodo, para eso, para que nos lean.

Y siendo esto así, hace tiempo que un amigo me sugirió que las reflexiones y pensamientos que en estas letras os plasmo las pusiera en papel. Me pareció una idea un tanto descabellada, a que engañarnos, pero imprimí alguno de los textos para que una persona muy querida por mi y que no se apaña muy bien, ni tiene ningún interés en hacerlo, con los ordenadores lo pudiera leer. Lo que leía, no sólo le gustaba, sino que además lo compartía con amigas en un salón de lectura. Y parece que también les gustaba.

Un día me decidí a plasmar en un libro alguno de esos textos. En parte debido a un comentario de mi amigo Rodolfo…. Gracias Rodolfo por el empujoncito.

En definitiva, que las letras que muchos de vosotros habéis leído, comentado, reído, llorado algunas de ellas… Iniciaron un viaje atávico, una travesía a la inversa y lo que empezó. Y seguirá o eso espero, siendo un blog, unas letras tras las frías pantallas que intentamos llenar de calidez con poesía y versos, con amores y penas. Han retornado al papel primigenio y ahora (y a la espera de acabar mi primera novela y de poder publicarla) podemos leerlas de un modo más tradicional. Tal vez tirados en alguna vereda bajo algún pino, a la orilla del mar, o en la placidez del sofá y la copa de vino.

Aquí os dejo el enlace del lugar en el que se puede comprar “una de Utopia, Crudita y poco hecha” Evidentemente, como no, se agradecen todo tipo de promociones, propagandas y publicidad.

Muchas, muchas gracias a todos los que os tomáis la molestia de leerme y comentarme de vez en cuando. Sin vosotros este blog no sería. Este libro no seria.






sábado, 7 de abril de 2012

UN AÑO DE AMOR

Ahora que los días son más largos y la tarde se tiñe de naranja y sol, ahora,  hace justo un año, un añito, que viniste a traer el mes de abril y la primavera a mis manos, hace un año que dejaste mi alma estremeciéndose en mi pecho.

Decía Emil Ludwing que la decisión del primer beso es la más crucial en cualquier historia de amor, porque tiene dentro de sí la rendición. Y, ya ves, tú me robaste el primer beso a los cuatro segundos de vida, acurrucado y reposando, del esfuerzo de nacer con los ojos abiertos, en brazos de tu madre. En ese momento se paró la ciudad y suspiró el universo, volvió a nacer el mundo.

Hace un año que pido a todos los dioses y parcas que todo lo bueno que tengan preparado para mi lo dejen en tu regazo, en tus manitas, entre dedos. Que el dolor que te tengan reservado (y no lo dudes, piccolo, seguro que una buena dosis de malas cartas tendrán). Como decía, que ese dolor lo depositen en mi espalda, mis bolsillos y mis costillas.

Ya sabes, claro que si, eres un chico listo, que mi corazón late al ritmo de tu respiración, que todos los pasos que quiero dar están encaminados a llegar a tu destino. Gracias pequeño por haberme dado tanto, haberme enseñado tanto siendo tu tan pequeño, por dejarme tu alegría, tu olor, por la música de tu risa, tus carcajadas. Gracias por cambiar el color del mundo, o al menos, por cambiar el color del cristal con el que yo lo miro. Gracias por la luz que salta entre el balcón de tus pestañas. Gracias por poner aguja gorda, aguja pequeña y aguja pequeñita al tiempo de mi reloj. Gracias por transformar los rayos de sol en cuerdas con las que jugar, las nubes en dragones. Aquí siguen mi pecho, mis manos y mi hombro.

Hace un año que ninguno de los paisajes que han contemplado mis ojos son más preciosos que la ternura de tu sonrisa con sus cuatro dientecitos. Que ninguna de las noches que pasé sin dormir, por emborracharme, estudiar, trabajar, o perderme entre las piernas de alguna, han sido tan beneficiosas como las que paso sin dormir por estar en tu regazo, por velar tu sueño e intentar que Morfeo vuelva a acunarte plácidamente. En definitiva, hace un año que sin ti  yo sería como una golondrina sin baile en su vuelo, como un ave migratoria sin camino de regreso, yo podría estar pero no  ser. En definitiva, sin ti yo no sería.