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sábado, 18 de octubre de 2014

ME PERDÍ


Me perdí caminando entre la niebla, intentando encontrar el antídoto contra las heridas del alma. En el aroma que el viento trae de tu rizos, buscando el poema que describe los ojos tristes.

Me perdí, fíjate, buscando la forma perfecta, temblando mientras intentaba hallar un abrigo que arrope tu espalda.  En una enorme biblioteca de madera de roble, buscando el libro que inicia el principio, prefacio de todos los principios.

Me perdí intentando guardar en el hueco de mis manos las gotas de lluvia que acabaran perdidas en la tierra mojada. Como siempre se me olvida olvidar se me olvidó el camino de regreso tras intentar buscar el frasco del olvido y me perdí a mitad de ese sendero.

Me perdí en el encaje de bolillos que pretende hilvanar guantes blancos que den calor a tus manos frente a la lluvia la nieve y las nubes naranjas.  Ando en ocasiones perdido en las islas azules sin claveles rosas ni espinas de tus sueños en los que soy el truhan que delinque al final de tu espalda justo antes de que un suspiro te obligue a abrir los ojos.

Me perdí, volviendo de un bar de pecados. En los otoños que arañan la piel. En el quicio de la puerta de cancerbero, saltando de la barca del estigio. En el mediodía de un viernes de mayo. En las mentiras que disfraza la tinta de Toro.  Dentro del pequeño frasco que guarda el mejor veneno y la buena confitura. En el significado de la palabra Mamihlapinatapai. En un camino sin retorno y sin migas de pan. En la última pieza de un puzle sin hacer. En el frio de Enero. Entre el hilo de tu sonrisa. En las certezas de todas mis dudas. Pisándole la cola a Satán. En las noches de luna nueva de abril. En el vuelo de una mosca. En tu copa de Vino.  Enmarañado entre tus sabanas. En el revoloteo de una espurna de hoguera de San Juan. Tirando los dados con los que juegan los dioses. Me perdí, ya ves, buscando poesía en un juzgado.


La verdad es que siempre acabo perdido embrollado alrededor de tus dedos.  Perdido entre tus colores.

miércoles, 8 de octubre de 2014

ROBIN HOOD.



Fuera, a pesar de estar el Otoño enseñoreado en el viento y que las primeras hojas ya han caído de las jacarandas, hace calor. La luna enormemente crecida de plata vieja está engarzada en la negra noche, como un buen colgante de tu cuello. Yo, ya ves, disfruto muchísimo al sentir como un pequeño corazón late agazapado en mi pecho mientras los dos corazones disfrutamos de la vieja película de Disney sobre Robin Hood.

Robin se disfraza de garza para impresionar a su amada, tú tal vez sueñes con mis ojos. Un Rey indigno manda, a alguien que se arrastra como un gusano,  controlar a los “súbditos”, que empobrecidos y tristes, sin saber que hacer, no pueden más que trabajar y trabajar para permitir las ínfulas de riqueza de un maldito Juan sin tierra.

Fuera, no sólo luce la luna de plata. Fuera muchas personas siguen sin llegar a final de mes, y resulta que descubrimos con una vergüenza descarnante que unos cuantos “juanes sin tierra” ni moral, ni dignidad. Algunos que se dejaron el decoro tirado en el mismo cajón en el que tiran sus corbatas para que su “chacha” las planche, han gastado millones de euros con tarjetas opacas. Sin justificar. Sin declarar. Sin necesidad. Indigna que sean los mismos que piden ajustes a aquellos que ganan menos de 1000€ al mes.

Mi pequeño, medio dormido, levanta sus enormes ojos negros somnolientos pero brillantes, me mira y dice “papa t’estimo molt moltíssim, mira quina lluna mes gran”. Miro fuera, y tiene razón, impresionantes rayos argenta desafían la oscuridad de la noche. La desafían como los buenos corazones desafiamos las ignominias que suceden a nuestro alrededor. Me pregunto, fíjate, cuantos estarán viendo esos rayos de luna desde un cartón o desde un cajero. Cuantos de ellos fueron embargados por Bankia o cualquier otra entidad, para que sus consejeros gastaran ese dinero en opíparas comidas, trajes, relojes o putas.

Roba Robin Hood, al príncipe Juan sacas de oro y las reparte entre aquellos a los que les robaron sus pocas posesiones..... Unos cuantos locos (el otro día leí una frase en la pizarra de un bar que me encantó, decía así; “Los locos recorren por primera vez el camino que más tarde recorren los sabios”) unos cuantos locos, como decía, soñamos con la TASA ROBIN HOOD (hermana no-nata de la Tasa Tobin) Fantaseamos con una tasa que debería de consistir en la creación de un tipo impositivo específico que reclamado a entidades bancarias, gestores de fondos de alto riesgo (hedge funds) y otras instituciones financieras, con un tipo de aplicación de 0,005 a 0,05% sobre el valor de las transacciones financieras internacionales. El objetivo de la tasa Robin sería la creación de un fondo para la lucha contra la pobreza y la ayuda a los países menos desarrollados. La realidad anda muy lejos de esto y no sólo no se dedica un 0,005% (miserable e insignificante verdad?) a erradicar la pobreza. Claro es imposible, no salen los números. Podría entenderlo, pero no entiendo como si salen para tarjetas opacas.

El pequeño, ya casi está dormido en la almohada que hace el recoveco de mi pecho, pero se despierta a ver a la Zorra guapa de Lady Marian deseando suerte en su torneo a Robin Hood. Zorro listo, que sabe que lucha contra el mal y que es más fácil perder que vencer. Aún así no renuncia a ganar al rey escuálido y perverso. Y, yo, yo pienso que tampoco debemos de renunciar a la justicia, a que hayan menos ricos y menos pobres (llamarme utópico…)

Fuera no llueve y la Luna Gorda y preciosa nos recuerda que el principe Juan, agonizante en su sudor y tropelía,  pretende atrapar a Robin, del mismo modo que desde algunos despachos pretenden desabrigar nuestras esperanzas y atrapar nuestros sueños. No lo consiguió. No lo conseguirán.

Queda la esperanza. Pensar que el bueno podrá partir por la mitad la flecha del malo. Quedan guirnaldas de flores. Nenúfares y luciérnagas que alumbran ojos oscuros bailando bajo una catarata de los dos amantes que vencieron al execrable Reyezuelo de  Sherwood.

Fuera, no hay ninguna película de dibujos. Pero si la posibilidad de la Tasa Robin Hood. Tenemos,  al menos, la noticia de que algunos han empleado tarjetas “fantasmas” y el deseo de que devuelvan lo que robaron a quienes más no se podía robar. Queda la esperanza, el baile de la gente que sólo quiere ser feliz.