Una vez más traes la primavera,
el primer sol de Perséfone, los cerezos que germinan en tus pupilas. En tus
manitas de 4 años, recién cumplidos, habita la lumbre primigenia que da calor a
los rincones fríos de mi corazón. Tus brazos me abrazan con toda la fuerza del
mundo, y al cerrarse sobre mi cuello el mundo se para, los dioses sonríen tras
el arco iris y las musas ríen en el parnaso.
Es verdad que las noches no son
como antes eran. Son mejores porque tú estás, porque tú existes. En ocasiones
me da la sensación de que yo también cumplo hoy 4 años. Razonas y hablas sin
parar y no existe en tu mente un pasado que olvidar, y en tu alma el futuro es
algo incomprensible. Vives en el eterno presente de las sonrisas que compartimos.
Ya ves, los charcos no son un
engorro, un problema o un obstáculo, son simple y llanamente una maravillosa
ocasión para saltar y jugar, para disfrutar de la vida y de todo aquello que
esta nos brinda para ser felices. (Claro que si, cariño, saltemos también en
este otro charco manchémonos los pies, los calcetines y hasta las rodillas de
este barro, para sonreír cuando nos duchemos con el agua calentita que recorre
tu espalda y tu melena). Aunque el cielo adquiera un color gris desesperanza, tus
oscuros ojos son siempre la brida que sujeta el calendario y sus relojes. Traen
siempre la luz.
Tu sonrisa nació siendo el mejor
y más bonito gesto de felicidad que tu madre y yo soñamos acoger en nuestras
manos. La que da sentido al giro de las estrellas, razón al universo, resplandor
a las Lunas de abril, fuerza para superar los lunes de febrero y motivo para
que se desperece el sol de mis mañanas.
Tienes respuesta para todo y una
explicación, que aún no siendo verdad, conviertes en razón, en realidad valida
al pasar por el tamiz de la forma que dibuja tu boca al explicar tus motivos.
Preguntas por todo, todo te interesa y todo te inquieta, tus ojos, tus manos,
tu pelo, tu mirada es curiosa y todo quieres saberlo. Me interrogas por el abuelo
que no conociste. (Me gustaría pensar que allá donde este – si es que se está
en algún lugar tras el frío abrazo de la parca, cosa que dudo-, te mira y vigila,
te protege como el viejo nonno de
Etrusca Sonrisa de José Luís Sampedro… Sin duda le gustarías, y él a ti, ya
ves, tuviste perdidas antes de empezar, así es la vida hijo…)
Allá donde tan sólo había viejos
zapatos, libros por leer, trastos y estanterías con cachivaches que para nada servían,
ahora viven tebeos de Asterix, tres dinosaurios, una Luna alrededor del globo
del mundo, en el que indicas los lugares que ya has visto y los que quieres
visitar. Una Luna que crece y decrece al compás del brillo de tus ojos.
Pelotas, coches. Un baúl de madera en el que se esconden juguetes y maderas. Libros de
cuentos sin cuento. Un Lobo y cerditos. Princesas, guerreros y ballenas. Tristán
e Isolda. Mil preguntas y diez mil sonrisas al despertarte por las mañanas. Las
manzanas de Idun. Castillos en el cielo. El sonido de nuestro mediterráneo en
una concha perdida. Luces azules de estrellas. Un cerdo volador. Cuatro años de
vida tras la ventana.
Te gustan las películas que en
los años 50 y 60 hacían soñar a los niños que nacieron 70 ó 60 años antes que
tú. Pronto sabrás que en ti habita el beso que salvará a la princesa, la
manzana sin veneno, el lugar donde descansó la ballena, el hilo de la rueca, la
verdad de Pinocchio, La bolsa de monedas de Robin Hood, El truco de Merlín, la
espada que vencerá al dragón…. El descanso de este viejo guerrero que ahora te
escribe.
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